Más allá de su reconocida trilogía noir (Gun Crazy, The big Combo, Relato criminal), la obra del director Joseph H.Lewis tiene notables obras de género, dentro de las limitaciones propias de su encuadramiento en la serie B de los estudios.
Anteriormente a las citadas, realizó en 1945 este melodrama de intriga criminal, trufado de esos elementos psicologistas tan caros a la época, y ambientación británica, My name is Julia Ross, producido por la Columbia.
Tras los iniciales créditos, vemos, bajo la intensa lluvia londinense, una silueta femenina, vista de espaldas, avanzando por las calles hasta su llegada al zaguán de la pensión en la que vive. Sin descubrirnos todavía su rostro, Lewis nos muestra sus manos, recogiendo una carta a ella dirigida (miss Julia Ross), ante la mirada de una insolente y desmañada criada. Se trata de una invitación a la boda de un antiguo huésped, Dennis Bruce, presumiblemente cercano sentimentalmente a la mujer, ya pasado el día de su celebración. Finalmente, Lewis levanta el plano para mostrarnos el rostro de su protagonista, la mencionada Julia Ross (Nina Foch, recientemente fallecida, en uno de sus escasos papeles protagónicos).
Con esta sugerente y estilosa presentación, el director sitúa rápida y efectivamente la acción, a la vez que dota de magnetismo y secreto a su personaje femenino, dotando al conjunto de notables atractivo y misterio.
Tras el desengaño sentimental (elípticamente referido en el relato), Julia Ross, tras leer un anuncio en prensa, se dirige a una extraña agencia de colocación en busca de empleo como secretaria, con el afán de emprender una nueva etapa vital. Allí, una algo bizarra secretaria le ofrece un trabajo como secretaria para una adinerada familia, los Hughes. Sin embargo, el empleo conlleva como necesarias unas extrañas y estrictas condiciones, insistentemente explicitadas: exclusividad durante un año, más allá de enfermedades, relaciones sentimentales u obligaciones familiares. Necesitada y deseosa de emprender nuevos desempeños, Julia acabará aceptándolo sin más dilación.
Seguidamente, conoce a la familia para quien va a entrar contratada, la anciana señora Hughes (Dame Mae Whitty) y su extraño hijo, Ralph (George MacReady, en uno de esos prototípicos papeles de desequilibrado, un año amtes de su papel estelar en Gilda). Lewis va introduciendo algún elemento desasosegante en la planificación de estos encuentros previos (plano de un criado de la familia observando desde la rendija de una puerta, el comportamiento de la secretaria de la agencia, etc…), que irán creando una atmósfera intrigante, un tono de intranquilidad que le va dando al espectador noticia de la trastienda de unos hechos aparentemente banales y cotidianos.
Así pues, pronto vemos a los cuatro reunidos, tras la marcha de Julia, implicados en un complot cuya motivación desconocemos todavía.
A su regreso a la pensión, Julia se reencuentra con Dennis Bruce (un oscuro y poco carismático Roland Varno -de origen holandés como su compañera de reparto, Nina Foch-), regresado a la misma, cuyo enlace matrimonial ha terminado por no tener lugar, debido a la intromisión de sus mutuos sentimientos, renovándose en ella la promesa de una futura relación. Sin embargo, firmado ya el contrato con los Hughes, el nuevo trabajo se interpone en sus planes.
Por la noche, finalmente, Julia se presentará en la mansión de los Hughes, para comenzar su andadura en el nuevo empleo, siendo recibida con cortés agasajo por el hijo, Ralph. Tras su entrada, la cámara de Lewis se acerca al portante y al rejilla de la puerta que se cierra, subrayando el componente de reclusión y alejamiento del mundo, cuyo alcance pronto se nos dará a conocer.
Tras tomar el té, vemos que los Hughes han drogado a Julia que dormirá durante horas, y han planificado la clausura de la casa y su traslado a la mansión familiar en una localidad costera, Beverton, haciendo desaparecer todas las pertenencias de Julia.
Lewis intercala aquí una demasiado explícita y poco sutil escena, en que Ralph destroza la ropa de la maleta de Julia con una navaja, dejando demasiado claro y demasiado pronto el carácter psicopático de su personaje, potenciado por la caricaturesca composición de MacReady, lo que desactiva con excesiva antelación parte de los mecanismos de la intriga subsiguiente.
A continuación, encontramos a Julia despertando en una habitación diferente que no reconoce (Lewis nos hace participar del desconcierto y desorientación del personaje con un plano subjetivo y circular alrededor del cuarto, intentando reconocer el lugar donde se encuentra, sin lograrlo). Seguidamente, Julia recorre la habitación en busca de pistas, fijándose en las iniciales marcada en los objetos y dándose cuenta de su clausura: solamente tiene un balcón que da a un acantilado sobre el mar encrespado (plano que Lewis repetirá en varias ocasiones, con intencionalidad anticipatoria).
Una sirvienta se dirige a ella como señora Hughes y Julia advierte una alianza de casada en su mano, comenzando a dudar sobre los motivos de su estancia en ese lugar. Tras la visita de los Hughes, que la llaman Marian y la tratan como esposa de Ralph, comprenderá la motivación del complot y de su encierro.
Ante sus quejas y gritos, los Hughes la hacen pasar por enferma mental y desequilibrada, necesitada de cuidados y reposo sin salir de la mansión.
Es aquí donde el film se emparenta con otros de la época, de similares tonalidades goticistas y parentesco argumental, tales como la Rebeca de Hithcock o Luz que agoniza, de Cukor. No faltan elementos característicos como la joven inocente, desasistida y sometida, los villanos vesánicos, el galán que intentará salvarla, un caserón con obtusos sirvientes, pasadizos, sombras, la presencia del violento mar, etc…
También aquí asistimos a la mascarada macabra y cruel de un hombre (junto a su madre, en este caso), haciendo pasar por loca a su esposa, en el ambiente opresivo de una mansión familiar, con omnipresente servidumbre y agobiante tutela.
Lewis se aplicará en este tramo central de la intriga en recrear una atmósfera desasosegante, intrigante, con elementos expresionistas: las sombras amenazantes en la pesadilla de Julia, su obsesión por hallar algún resquicio del que huir de la habitación donde la tienen recluida, sus intentos de encontrar ayuda entre los criados que la atienden (y vigilan, claro), la conversación entre madre e hijo que escuchará Julia al descender por las escaleras, etc… Consigue igualmente efectivas imágenes para escenificar el encierro y enclaustramiento de Julia (recurrentes planos de ella ante la verja de la mansión o ante la reja de la ventana, recurso del acabará abusando por repetición).
Tras una conversación con Ralph, Julia descubrirá el motivo de su rapto y engaño: desean que sustituya a su esposa muerta, para luego hacerla morir presa de su locura. Tras ello, intentará infructuosamente escapar, oculta en el coche del vicario y sus acompañantes, tras una visita de éstos a la mansión de los Hughes. Sólo conseguirá recrudecer la vigilancia y las condiciones de su confinamiento. En otro intento desesperado de escapar, enviará al correo una carta dirigida a Dennis, en Londres, en una de las escasas ocasiones en que sale al pueblo, en un paseo en coche junto a Ralph y la enfermera.Tras encontrar un pasadizo que conecta su habitación con las estancias de los Hughes, Julia sabrá de sus intenciones respecto a ella, ya que planean asesinarla esa misma noche, sabedores de que ha enviado una carta pidiendo ayuda a Bruce. También conocerá que Ralph es el asesino de su esposa, en uno de esos raptos psicóticos del personaje que Lewis vuelve a poner en primer plano, subrayándolos, al mostrarle destrozando un cojín con su navaja. A esta altura del relato, Lewis va, poco a poco, desterrando la sutileza y elegancia de que ha hecho gala en la sintaxis de buena parte del film, echando mano de cierto apresuramiento y tosquedad expositivos como medio para desentrañar apresuradamente la intriga, flaqueando en los elementos más cercanos al cine fantásticos, falto de vena poética. Tanto los recursos argumentales para darle a conocer al personaje de Julia los motivos de la intriga como la recurrencia en explicitar los rasgos de la enferma personalidad de Ralph adolecen de excesiva facilidad, de fácil apoyatura en el trazo grueso.
Tras un último intento en el que Julia simula su envenenamiento para lograr la visita de un médico a quien convencer para que la ayude, fracasada por la anticipación de los Hughes (harán pasar a un sirviente como médico, a fin de que Julia desvele sus intenciones), la intercepción del sirviente de los Hughes, enviado a Londres para recuperar la carta de Julia antes de que éste llegue a su receptor, desembocará en el rápido desenlace de la intriga.
Tras zafarse de la encerrona de los Hughes, quienes han preparado la escalera de la casa para que una caída le suponga una trampa mortal, Julia, a su vez, simulará su suicidio, aparentando arrojarse por la ventana de la habitación, cayendo en el rocoso acantilado bajo su balcón, cuando en realidad ha accedido a él por uno de los pasadizos de la casa.
Cuando Ralph vaya a cerciorarse de su muerte, incluso con intención de rematarla, será detenido y morirá al ser alcanzado por un disparo cuando intenta escapar de la policía, presente en el lugar junto a Dennis Bruce, para rescatar a Julia de su confinamiento.
Una atropellada y oscura conclusión para esta intriga criminal, trufada de psicologismos y elementos folletinescos, narrada por Lewis con solvencia y acertada pegada visual, pero cuya coherencia se ve lastrada por una excesiva tosquedad en el retrato de las motivaciones de los Hughes, protagonistas y motores de la intriga, burda y repetitivamente retratados como perturbados (en especial, Raph, el hijo), cuyas razones son escamoteadas en gran parte por el relato. Se hubiera requerido algo más de tiempo y un guión más perfilado para dotar a los personajes de mayor profundidad y una humanidad menos esquemática, lo cual le hubiera dotado al relato de una mayor veracidad y potencia dramática, quedando para el recuerdo la estilosa puesta en escena de los más inspirados momentos, así como matizado trabajo de una Nina Foch, quien supera su habitual frialdad para lograr transmitir en sus alucinados ojos la soledad, el miedo y la angustia a que su personaje se ve sometido.
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[…] tan disfrutables y tan cargados de talento como este o más. Desde el suspense psicológico de My name is Julia Ross (1945), hasta el extraño western Terror in a Texas town (1958) que le sirvió de despedida, […]